De niño participó de sus primeras discusiones políticas con su padre y ya en la escuela anhelaba ir al liceo, pues era allí donde estaban las huelgas. Cuando comenzó a estudiar en Secundaria inició su militancia en el gremio estudiantil.

Fue asesor de Liber Seregni entre el año 1971 y 1988. Participó de su famoso e histórico discurso el 26 de marzo de 1971, primer acto del Frente Amplio. Durante la dictadura estuvo preso, fue destituido y luego sufrió el exilio.

En 1989 fue electo Diputado por la Vertiente Artiguista del Frente Amplio y Senador de la República en el periodo del ´94 y ´99. Del año 2005 al 2009 fue nuevamente electo Senador por el Espacio 609. Presidió la Comisión de Programa del FA y fue Presidente de la República por un día.

Se desempeñó como Profesor emérito de la Facultad de Ciencias Económicas y recorrió el mundo dando clases de Desarrollo Económico y de la situación política de América Latina. Algunos de estos países fueron Argentina, Chile, Perú, Bolivia, Brasil, México, Honduras, El Salvador, Nicaragua y España.

 

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Inserción económica internacional y empleo

Para un país pequeño como Uruguay la inserción económica internacional es vital para su desarrollo y el empleo es el tema central para avanzar hacia la igualdad. Vivimos en un mundo donde se proclama permanentemente por la libertad de comercio, pero en la realidad esta no existe, por la cantidad de acuerdos comerciales existentes y porque los países desarrollados imponen restricciones a través de ayudas a los productores rurales, picos arancelarios, rubros sensibles y así sucesivamente. Entre los años 2003 y 2014, al influjo del crecimiento de China y de su demanda sobre productos primarios, aumentaron los precios internacionales de estos productos, lo que favoreció a las economías de los países de la América del Sur. Lo importante a destacar es que en el mundo del conocimiento, los países de nuestra región venden básicamente commodities, con muy bajo valor agregado lo que limita las posibilidades de empleo y de avanzar hacia la igualdad.

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Casa Grande y el programa del Frente Amplio

El sábado 21 de julio se realizó la Asamblea Ciudadana de Casagrande, con el exclusivo objetivo de evaluar y aportar nuevos elementos a las bases programáticas del Frente Amplio. Casa Grande, lista 3311, es liderado por la senadora Constanza Moreira, filósofa y politóloga de muy alto nivel y una de las principales referentes de los cambios generacionales en el FA. Casa Grande es un movimiento con muy alta participación de mujeres, incluyendo referentes importantes de los movimientos feministas. Uno de sus grandes objetivos es la búsqueda, por diversos caminos y distintos instrumentos, de avanzar hacia la equidad de género. Casa Grande cuenta con una elevada participación de jóvenes que intentan enfrentar las desigualdades generacionales, entre las que destacan la elevada tasa de desocupación de los menores de 29 años. En la Asamblea se planteó la necesidad de aumentar el gasto social en niñez y adolescencia. La política del movimiento pone mucho énfasis en la defensa de los derechos ciudadanos, de los derechos humanos. Entre ellos se destacan la diversidad sexual y de género. Casa Grande cuenta además con un equipo de muy buen nivel en el tema medioambiente con aportes relevantes a los debates. Otro tema donde Casa Grande marca diferencias es sobre el papel de las Fuerzas Armadas.

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Uruguay en el mundo actual

Vivimos el mundo actual donde las grandes empresas transnacionales tienen un gran poder, participan en el 75% del comercio internacional y lideran el proceso productivo de cadenas de valor entre distintos países. Por ello, el 60% del comercio exterior son de rubros considerados insumos. Las más importantes de estas empresas tienen su sede en los EEUU. Vivimos una etapa del capitalismo donde lo financiero predomina sobre lo productivo y lo social. Los grandes bancos, especialmente los de EEUU, tienen gran influencia sobre las orientaciones de la política económica. Organismos internacionales como el FMI priorizan los objetivos financieros en sus recetas, como hemos constatado en los últimos años en la Unión Europea y especialmente en las exigencia a los gobiernos de Grecia, con los conocidos resultados. La potencia de lo financiero y el mantenimiento del dólar como moneda de reserva le otorgan fuerza a los EEUU.

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Izquierda y perspectivas

Estamos viviendo una etapa internacional de crisis de la izquierda. Las elecciones recientes en Italia, los avances de la extrema derecha en Francia, Holanda, Austria, Polonia, Hungría y los resultados del Brexit en el Reino Unido, son indicadores relevantes de esta nueva situación en Europa, donde además existe un gran descontento por la política y por los políticos. A ello hay que agregar, nada menos y nada más, las definiciones de Donald Trump en los EEUU, que muchas veces ponen en peligro la paz mundial. En el plano regional, se destacan la corrida hacia la derecha de los gobiernos de Brasil y Argentina, de enorme influencia regional, y el triunfo de Piñera en Chile. Este avance de la derecha se genera en un capitalismo donde predomina lo financiero y las grandes empresas transnacionales y se acrecientan las desigualdades.

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La inserción económica internacional y los acuerdos comerciales

Hoy vivimos el mundo del conocimiento y la innovación, y nos tenemos que adaptar a esta nueva situación internacional. Hoy la periferia sigue colocando rubros primarios y compra a los del centro productos de alta y media tecnología. Los países de la periferia siguen sufriendo los problemas de la heterogeneidad estructural, entre otros, con profundos problemas de empleo. América Latina sigue siendo la región de mayores desigualdades sociales. La CEPAL hoy propone que, además de seguir exportando productos primarios, pueda avanzarse en cadenas de valor regionales e internacionales, por las que los países de la región puedan colocar rubros de alta y media tecnología.

Uruguay exporta productos primarios con bajo valor agregado y con limitado contenido tecnológico, aunque sí se ha incorporado tecnología en, por ejemplo, la trazabilidad de la carne y en los insumos de la soja. Por muchos años, Uruguay va a seguir colocando en el exterior productos primarios, pero es indispensable avanzar en mayor valor agregado y contenido tecnológico. La exclusiva exportación de productos primarios no nos va a resolver los problemas del empleo y no se avanzará hacia la igualdad social. Para ello, es indispensable incorporarnos a cadenas de valor regionales e internacionales, en etapas productivas en las que también podamos colocar rubros de alta y media tecnología. Avanzar con este horizonte muestra la relevancia de los procesos de integración regional, con independencia de los problemas políticos y económicos actuales que puede estar sufriendo el Mercosur.

La realidad internacional muestra que estas cadenas de valor se establecen entre países con cercanía geográfica. Los centros de estas cadenas se ubican en Estados Unidos, Alemania y China. Por ello, países como Argentina y, especialmente, Brasil son centrales para el futuro de participación en nuevas cadenas de valor. Recordemos que en la actualidad, mientras exporta al mundo productos primarios, Uruguay les coloca a los países del Mercosur 70% de sus exportaciones en rubros manufactureros.

Analizar los contenidos de los acuerdos

¿Los clásicos acuerdos comerciales serán adecuados y funcionales a esta nueva estrategia de inserción económica internacional? Los acuerdos son necesarios, pero hay que analizar sus contenidos para estudiar si los elementos positivos superan nítidamente los efectos negativos que puedan tener. Es imprescindible analizar los impactos económicos y sociales de estos. Así lo marca la historia del Frente Amplio (FA), cuando votamos en contra de los acuerdos de promoción y protección de inversiones, porque en ellos las controversias entre los inversores y el Estado se resolvían en tribunales internacionales como el Centro Internacional de Arreglo de las Diferencias Relativas a Inversiones, que en general representan los intereses de los inversores. Hubo también un rechazo al Área de Libre Comercio de las Américas, por sus efectos negativos. Sectores del FA y amplios núcleos de intelectuales tuvimos posiciones negativas respecto de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, no porque fuera con Estados Unidos, no porque fuera un TLC.

Vivimos una etapa de crisis de multilateralismo, y los acuerdos de los países desarrollados encuentran trabas en las definiciones de Donald Trump. La actual política internacional de Uruguay, que criticamos, busca incorporarse a este tipo de acuerdos. En general, son acuerdos que se elaboran de manera secreta, con intervenciones directas de las grandes empresas transnacionales, que buscan liberalizar manufacturas y servicios, que no liberalizan sus actividades agropecuarias y que plantean nuevos temas. La liberalización de manufacturas y servicios afecta a los países de la periferia, por las pérdidas de empleo productivo y las limitaciones a futuras cadenas de valor para colocar en el exterior rubros de alta y media tecnología. En estos acuerdos, uno de los temas centrales pasa por la búsqueda de limitaciones a la acción estatal, indispensable para elaborar una estrategia de desarrollo, para apoyar una nueva inserción económica internacional, para atender los problemas del empleo y la heterogeneidad estructural, para mejorar la distribución del ingreso. Recordemos etapas históricas de proteccionismo de Estados Unidos, Alemania, Japón y Corea del Sur, en defensa de sus procesos de industrialización.

En estos acuerdos, los países desarrollados no liberalizan los rubros agrícolas y mantienen los subsidios a los productores rurales. Otorgan cuotas para sus importaciones de productos primarios provenientes de los países de la periferia, pero no ayudan a comprarlos con mayor valor agregado. Este valor agregado se concreta en general en los países del centro. Un argumento reiterativo para concretar nuevos acuerdos es eliminar los aranceles que China les cobra a exportaciones primarias de Uruguay, pero de los que están exentos rubros que compiten con los nuestros, provenientes de Australia y Nueva Zelanda. Hay muy buena relación con China para buscar acuerdos parciales que permitan las rebajas arancelarias correspondientes, como se utilizó el Acuerdo Marco de Comercio e Inversiones con Estados Unidos para colocar cítricos y carne ovina, sin necesidad de tratados globales que involucran a por lo menos 90% del comercio.

Nuevos asuntos

En estos nuevos acuerdos comerciales se plantean nuevos temas. Entre ellos, destaca el de la propiedad intelectual, que apunta, por ejemplo, a extender el plazo de las patentes. Esto beneficia a las grandes transnacionales y afecta, por ejemplo, la producción de medicamentos genéricos en los países de la periferia.

Otro tema nuevo es la participación de empresas extranjeras en compras gubernamentales, lo que afectaría las posibilidades de dicha política de promover la innovación y el cambio tecnológico, atender las necesidades de las pequeñas empresas y atender los problemas del empleo. También surgen temas como el de normas de competencia que pueden afectar los monopolios de las empresas públicas.

Nadie está en contra de realizar acuerdos comerciales, pero deseamos conocer los impactos de estos sobre las características de nuestra inserción económica internacional, sobre el empleo, sobre la distribución del ingreso. Es muy relevante analizar las repercusiones concretas de cada acuerdo.

Después de más de 13 años de gobierno, no hemos elaborado una estrategia de desarrollo que nos ayude a evaluar los impactos de los acuerdos comerciales. En el caso del acuerdo que se discute entre el Mercosur y la Unión Europea, la cancillería argentina hizo estudios que demostraron que la liberalización de las manufacturas significa importantes pérdidas de exportaciones de rubros manufactureros de Argentina a Brasil y de Brasil a Argentina. Los efectos para Uruguay no pueden ser muy distintos. Por ello, las cámaras de industria de los cuatro países del Mercosur expresan su negativa a firmar dicho acuerdo.

En “Impactos sectoriales en Uruguay de la firma de un tratado de libre comercio entre el Mercosur y China”,1 Sebastián Torres muestra las pérdidas de empleo en distintas actividades industriales que sufriría Uruguay de aprobarse un clásico acuerdo comercial. Hay que analizar los efectos positivos y negativos de los acuerdos y luego hacer definiciones. No se trata de ignorancia ni de actitudes intransigentes e inflexibles, como manifiestan algunos ministros. Es simplemente analizar con detalle los contenidos correspondientes. No hay ninguna paralización económica, porque sin avanzar en acuerdos, salvo la pertenencia al Mercosur y el TLC con México, el país abrió nuevos mercados, incorporó nuevos productos primarios y las exportaciones tuvieron un elevado nivel de crecimiento.

Pero también hay que evaluar los resultados de los acuerdos en plena aplicación. En el acuerdo con México, Uruguay duplicó sus exportaciones, mientras que México multiplicó por diez sus exportaciones a Uruguay. Pero aun más relevante: Uruguay le vende productos primarios, básicamente concentrados de Pepsi de la zona franca de Colonia y lácteos. México exporta automóviles, celulares, televisores y productos electrónicos. Clara relación centro-periferia.

Se plantea Chile como ejemplo de inserción económica internacional, por la cantidad de tratados comerciales aprobados y porque 96% de sus exportaciones no pagan aranceles. Se le facilitan los acuerdos porque sus rubros de exportación no los producen los países desarrollados con los que hace acuerdos. 85% de sus exportaciones corresponde a productos primarios y 75% a rubros de cobre y sus derivados. Chile solamente exporta 6% en rubros de alta y media tecnología. Sigue siendo un país muy desigual con elevado índice de Gini, pese al descenso de los niveles de pobreza medidos por ingreso. Nítidamente, Chile no es ejemplo ni modelo a seguir.

Hay que hacer acuerdos comerciales, pero no para profundizar las relaciones centro-periferia, sino para transformarlas. Vamos a seguir exportando recursos naturales por muchos años, pero se requiere que sea con mayor valor agregado, para lo que los acuerdos comerciales no nos ayudan. Hay que medir si los aumentos de cuotas de productos primarios que nos otorgan en acuerdos comerciales generan más efectos positivos que negativos, por las pérdidas de empleo y dificultades futuras para vender productos manufacturados con servicios modernos.

En este contexto, en el que el Poder Ejecutivo plantea la necesidad de acuerdos comerciales para lograr nuevos mercados, sin estudios de impactos económicos y sociales y partiendo de la base de que los acuerdos son buenos en sí mismos, se plantea el acuerdo de liberalización de servicios entre Uruguay y Chile.

Chile es parte del Tratado Transpacífico II, sin Estados Unidos; es parte de la Alianza del Pacífico y también del TISA. En el acuerdo aparecen cláusulas diversas copiadas del TISA, acuerdo que Uruguay analizó en su momento y desechó. También es un buen ejemplo para analizar el papel del Estado. El acuerdo con Chile contiene una cláusula statu quo por la cual, a partir de la negociación del tratado, no se pueden generar modificaciones de políticas específicas sobre los servicios. Pero, más aun, aparece la cláusula trinquete, en la que se permite avanzar en políticas que signifiquen liberalización, desregulación y privatización de servicios; pero si se avanzó en estas políticas, no se puede retroceder. Si no se avanzó en la liberalización, no se puede promover, ni avanzar en regulación, ni en mayores participaciones del Estado en determinados servicios. En el acuerdo se plantean listas negativas de servicios, en las que se pueden proteger explícitamente determinados servicios y todo lo demás queda liberalizado. Pero los servicios se caracterizan por importantes avances de innovaciones y de nuevos servicios, que al no conocerlos no se pueden explicitar para que no queden afectados al tratado. Por lo tanto, los nuevos servicios quedan totalmente liberalizados y no podemos actuar sobre ellos para promoverlos, para apoyarlos.

Interesa destacar que, por la cláusula de la nación más favorecida, en futuros acuerdos nos pueden exigir la presencia de la cláusula trinquete, así como la utilización de listas negativas. Estas son algunas de las razones que nos llevan a no apoyar en el Parlamento este acuerdo de liberalización de servicios con Chile.

Queremos acuerdos comerciales, pero hay que estudiar sus contenidos y sus impactos antes de firmarlos. Queremos diálogo, debates internos y externos sobre la inserción económica internacional más conveniente. Nos jugamos el futuro de Uruguay.


  1. En Gerardo Caetano (coordinador), América Latina ante los nuevos desafíos de la globalización

Imagen: Ramiro Alonso – La Diaria


El debate sobre los acuerdos comerciales

Uruguay sigue viviendo debates sobre inserción económica y acuerdos comerciales, en la interna del FA y en los medios de comunicación. Se realizan con altura y son positivos para la democracia. La discusión no es TLC si o no. Nadie está en contra de realizar acuerdos comerciales, pero deseamos conocer sus contenidos, los impactos de los mismos sobre las características de nuestra inserción económica internacional, sobre el empleo, sobre la distribución del ingreso. Es muy relevante analizar las repercusiones concretas de cada acuerdo. Esta ha sido la historia del Frente Amplio cuando votó en contra de los acuerdos de promoción y protección de inversiones, porque en ella las controversias entre los inversores y el Estado se resolvían en tribunales internacionales, tipo Ciadi, que en general representa los intereses de los inversores. Esta fue la posición de rechazo al Alca y al TLC con los EEUU, por los efectos negativos sobre la economía uruguaya, no porque fuera con EEUU, no porque fuera un TLC.

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El Frente Amplio y los partidos políticos

En estos últimos tiempos han surgido una serie de noticias y debates sobre las funciones de los partidos políticos. Esto es muy notorio en el Frente Amplio, a propósito de la discusión sobre los acuerdos comerciales y, especialmente, en el acuerdo comercial sobre servicios entre Uruguay y Chile. Uruguay y Chile han concretado diversos acuerdos entre los que destacan la liberalización de bienes y el de protección y promoción de inversiones. Dichos acuerdos fueron elaborados y aprobados por los poderes ejecutivos correspondientes y posteriormente tuvieron los apoyos parlamentarios requeridos. Los partidos políticos no tuvieron ninguna participación. Chile es un país con gran cantidad de acuerdos comerciales. Tiene la ventaja que sus productos primarios no son elaborados por los países desarrollados lo que le facilita los acuerdos. Tiene acuerdos con los EE UU, con la Unión Europea, está en el Transpacífico II y participa en el TISA. En la realidad estos acuerdos no le han mejorado su estructura y diversificación exportadora. El 85% de sus exportaciones corresponden a productos primarios. El 75% de las mismas corresponden al cobre y sus derivados. En los hechos, menos de 6% de sus colocaciones en el exterior corresponden a rubros de alta y media tecnología. Mantiene un modelo económico donde ha bajado la pobreza pero se mantienen altos índices de desigualdad social. Los partidos políticos de la Concertación y de la Nueva Mayoría no participan ni en la elaboración, ni en la implementación y no hay debates sobre estos acuerdos.

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La distribución del ingreso y los cambios programáticos

La distribución del ingreso está influida por diversos factores económicos, sociales, políticos, culturales y sobre todo por las relaciones de poder. Son muy relevantes la concentración de la riqueza, los temas del empleo, la pobreza, los salarios, el gasto social y la tributación. El papel del Estado es esencial para definir las posibilidades de redistribución del ingreso, ya que el libre juego del mercado generalmente aumenta las desigualdades.

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Los descontentos y desencantos

A un año y medio de las próximas elecciones el Frente Amplio no pasa por su mejor momento. Hay cierto grado de descontentos en la sociedad en general, pero sobretodo nos preocupa los descontentos y desencantos de los frentistas. Ello se nota en los diálogos con los amigos, los familiares, los frentistas cercanos. Las distintas encuestas lo reflejan. La intención de voto al Frente Amplio está muy por debajo de las encuestas del tercer año de gobierno del período pasado, y por supuesto, de la votación en el 2014. La parte más importante de votantes frentistas que no eligen al FA van a los indecisos. En octubre del 2019 definirán. No están perdidos. Pero la novedad es que una parte de los votantes del FA expresan las posibilidades de votar a los partidos tradicionales y, especialmente, al partido Nacional.

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El Frente Amplio y los acuerdos comerciales

El sábado 5 de mayo el plenario nacional del FA resolverá sobre las principales características de la inserción económica internacional y los acuerdos comerciales de Uruguay y Chile y el tratado sobre patentes. Probablemente el organismo para la definición no sea el más adecuado. Es necesario analizar y transformar la orgánica interna del FA. Pero en la actualidad, es el órgano principal de la orgánica, y por lo tanto le corresponde tomar las definiciones correspondientes. Hay diferencias dentro del FA entre distintos sectores políticos. También los hay dentro de la bancada parlamentaria de diputados y de senadores. Hay diferencias entre algunos sectores políticos del FA y las nuevas posturas en materia de política internacional, vinculada con los acuerdos comerciales, que ha tomado el Poder Ejecutivo. Por todo ello el análisis y las decisiones del Plenario del próximo sábado son relevantes. Cualquiera sea la decisión debe ser aceptada disciplinariamente por el conjunto de la fuerza política y de las bancadas parlamentarias correspondientes. Importa mucho la unidad y el debate constructivo sobre el tema. Han habido declaraciones infelices de integrantes de la cancillería sobre el tema, que no le hacen bien al debate ni al propio Frente. Por ejemplo, “si el Frente no aprueba el acuerdo sobre servicios con Chile vamos a quedar aislados como Corea del Norte. Si no se aprueba acuerdo con Chile vamos a perder credibilidad internacional”. A instancias del Frente Amplio no se concretó un Tratado de Libre Comercio con EEUU en 2006. El Frente Amplio decidió dejar de participar en las negociaciones del TISA. No creo que ambas decisiones trajeran como consecuencia pérdida de credibilidad internacional al gobierno de Uruguay, ni ningún tipo de aislamiento.

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