El sábado 27 pasado se realizó la Asamblea Ciudadana de CASA GRANDE, sector que integro dentro del Frente Amplio. El objetivo de la Asamblea era definir a cuál de las cuatro precandidaturas por el Frente Amplio se iba a adherir. El resultado ya es conocido, porque esa misma tarde salió en todos los medios el apoyo de Casa Grande a la candidatura de Daniel Martínez.
En primer lugar, quiero destacar el proceso democrático en que se toma esta decisión, luego de haber estado en una reunión nacional hace algo más de un mes con Oscar Andrade, Carolina Cosse, Daniel Martínez, Ernesto Murro (que luego se bajara) y hace menos días con Mario Bergara. El intercambio que allí sucedió, en todos los casos, pudo acercarse a quienes no pudieron estar presentes a través de medios electrónicos. La Asamblea del sábado también fue transmitida en su totalidad de forma cerrada para aquellas personas que, integrando Casa Grande, no pudieron ir a Montevideo y se implementó además el voto electrónico. Todo estos aspectos son relevantes porque hacen a la forma de hacer política y los procesos de cómo se toman las decisiones.
Debo admitir que fui a la Asamblea sin preferencias por ningún precandidato o precandidata en particular. Considero que estamos en un momento de renovación de la dirigencia del Frente Amplio, me gustaría que hubiese más precandidatas mujeres y que el promedio de edad fuera más bajo aún, pero, celebro esta renovación.
De todas maneras, en este contexto, me parece imprescindible reafirmar algunos énfasis que ha definido Casa Grande hace ya un tiempo, porque un candidato o candidata hace al hábito pero al monje lo visten los contenidos. Son varias las compañeras y compañeros de Casa Grande que vienen haciendo aportes al programa del Frente Amplio en diferentes ámbitos y desde diferentes grupos de discusión que hemos llamado “círculos”.
El violeta es el color de la igualdad de género porque en Casa Grande tenemos esa idea revolucionaria que queremos vivir en una sociedad donde las mujeres tengamos los mismos derechos que los hombres. Y que no alcanza con que esos derechos estén en las leyes, sino además que esos derechos se vivan todos los días, como para que las jóvenes no tengan que soportar acoso en nuestras calles, ganemos lo mismo cuando trabajamos igual y no tengamos que seguir aumentando el obituario de muertes de mujeres cada año. El violeta es ese color que se mezcló con el amarillo para impulsar una ley que les permita a todas las personas que habitan este país el derecho a Ser. El violeta es el color que atraviesa nuestras intervenciones en la Junta de San José para analizar por ejemplo, una propuesta de espacios públicos, un decreto de veredas o denunciar (siempre lo hago en los lugares que corresponden) esas actitudes machistas tan habituales.
El verde es el color de la sostenibilidad ambiental, y en épocas de glifosato, plantaciones que deterioran nuestro suelo y calentamiento global, se vuelve imperioso definir qué condiciones de país queremos dejarle a las sociedades futuras. El verde nos exige proponer alternativas (que las hay y muy tangibles) para la producción e industrialización y el Plan Nacional de Agroecología es una partecita muy pequeña de esta realidad que, dentro del programa del Frente Amplio, ya está próximo a votarse. También es verde el color para pensar el manejo de los residuos, cómo detener la contaminación de los ríos y alternativas para pensar las emisiones de gas metano que entre tanta producción agropecuaria es más que relevante para el país. El verde ha estado en nuestra Junta apoyando iniciativas como las de respetar el mismo retiro de fumigaciones para la población rural que para la población urbana.
El rojo es el color que ha estado en la izquierda desde hace más tiempo y que Casa Grande quiere reafirmar. El rojo es el que se opone al capitalismo como sistema imperante que todos los días nos muestra que ya no da para más porque colecciona cada vez más pobres y enriquece cada vez más a lo más ricos. El rojo propone pensar alternativas para pensar en procesos colectivos que nos permitan a toda la ciudadanía vivir un poco mejor, principalmente de aquellas personas que en las condiciones actuales comprometen su propia existencia.
Pero el rojo también tiene que ver con el violeta porque la dominación y poder económico y social ha estado históricamente signada por lógicas masculinas (no quiere decir que siempre ejercida por hombres pero la gran mayoría de las veces y cuando han sido mujeres reiteran las formas). El capitalismo se ha levantado como sistema sobre las bases de fuerza trabajadora femenina que ha cuidado las familias, los niños y niñas, que ha formado a la futura fuerza trabajadora y que ha asegurado la mano de obra. Le ha salido bastante rentable al sistema capitalista tamaña fuerza de trabajo porque su valor ha sido $0. Terrible negocio.
Y el rojo también se funde con el verde, porque lo que está claro es que el sistema capitalista ya no puede intervenir más el planeta y tiene que dejar de extraer los recursos naturales con la voracidad que lo hace porque no da tiempo para que se regeneren. El sistema capitalista basado en un modelo de desarrollo económico que no tiene en cuenta la justicia social y la sostenibilidad del planeta, está agotado, llega a su límite y hay que pensar en otras formas.
¿Qué podemos hacer desde un país chiquito como Uruguay y desde esta aldea que es San José? Podemos empezar por algún lado que es posible, hay ejemplos. Estas son en pinceladas, el violeta, verde y rojo, los énfasis que queremos para el próximo gobierno del Frente Amplio y para cada nivel de gobierno que nos toque. Ya que la Asamblea Ciudadana de Casa Grande se pronunció, a vos Martínez, con estos énfasis vamos. Y a cada uno y cada una que cree, como yo, que vale la pena participar y practicar otra forma de hacer política.
Ana Gabriela Fernández