Merecidos Homenajes: Roberto Acosta y Coordinadora de la Marcha



El pasado miércoles 26 de setiembre se realizó en la Junta de Montevideo un doble acto de homenaje: a la Coordinadora de la Marcha por la Diversidad y al señor Roberto Acosta, quien a su vez recibió la distinción de Ciudadano Ilustre de la ciudad de Montevideo. Queremos compartir un resumen de la intervención de nuestra compañera edila Mariana Felártigas.

Sobre la Coordinadora de la Marcha.

“Sin diversidad no hay democracia”; bajo esa consigna se estrena la Coordinadora de la Marcha por la Diversidad en la principal avenida capitalina en setiembre del año 2006. Quedaba atrás un largo recorrido de resistencia, valentía y coraje para hacer frente a tanto miedo, discriminación y violencia que habían marcado aquellas convocatorias a las marchas del orgullo gay, y se iniciaba, de esta manera, una nueva etapa, en la que además de ser lesbiana, ser gay, ser trans o bisexual también se es pobre, se es mujer, se es afro, se es migrante, se es joven, se es persona con discapacidad.

El nacimiento del colectivo Ovejas Negras en 2004, una organización que surge para luchar por los derechos humanos de las personas con identidad LGBTI desde el respeto mutuo y la no discriminación, con conciencia social y decisión política, significó una bocanada de aire fresco a las organizaciones que hasta el momento nucleaban las reivindicaciones de la comunidad LGBTQ tanto en su forma de militar como en las discusiones que propuso y que todo el movimiento procesó a su interna.

Luego el Frente Amplio ganó las elecciones nacionales por primera vez y la izquierda se disponía a desplegar su proyecto político en acciones concretas que tuvieran como eje los derechos humanos, la igualdad social y las libertades. De esa manera se inició un período de grandes conquistas del movimiento social, que tuvo la capacidad de instalar las demandas tantos años demoradas y que el Frente Amplio fue capaz de procesar, siguiendo su vocación de partido de izquierda, generando condiciones para garantizar la igualdad de todas las personas en el ejercicio de sus derechos. De este movimiento de la diversidad sexual, de sus fortalezas y su capacidad de movilización nacieron leyes como la de Unión Concubinaria, la ley de cambio de nombre y sexo registral, la ley de adopciones, la Ley de Matrimonio Igualitario, la Ley de Reproducción Asistida, la cuota para la población trans en la Ley de Empleo Juvenil, solo por mencionar algunas.

La Coordinadora de la Marcha por la Diversidad -integrada este año por Ovejas Negras, Mizangas, Mujeres en el Horno, Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay, Departamento de Género del PIT-CNT, Multimostro Colectivo, Encuentro de Feministas Diversas, MediaRed, Geduca, Asociación Trans del Uruguay, Consejo de la Nación Charrúa, Uruguay Celeste Deporte y Diversidad, Adasu Uruguay, MásVIHdas, Jóvenes PIT-CNT, Colectivo Catalejo y Cotidiano Mujer- se transformó en una voz que ha sabido expresar y conjugar las reivindicaciones de la Nueva Agenda de Derechos. También ha conformado un bloque político -no partidario- informal que ha sido capaz de agrupar y mantener articuladas a las minorías, tantas veces desplazadas del centro de la política uruguaya, y las ha hecho dialogar con el sistema político. La Coordinadora se ha transformado en un actor político importante y ha hecho visible a los invisibles; este es un logro enorme que merece todo nuestro respeto y reconocimiento.

Para cerrar, quiero compartir unas estrofas de una canción de Mariana Ingold que recordé mientras leía algunos materiales para esta intervención. Es una canción que forma parte de un disco infantil y creo que cobra un valor especial por eso mismo. Dice algo así como:

Con el amor como guía
y sin temor a pensar
habrá esperanza que un día
nadie dude que es tan sólo
una raza, la gran raza humana
sólo una raza y su gran variedad.
Sólo una raza, la gran raza humana
toda una gama de formas de amar
(…)
Sólo una raza, la gran raza humana
siente que clama y reclama igualdad.

Homenaje a Roberto Acosta

Roberto empezó a militar en Ovejas Negras de la mano de Dulce Polly, en 2004, y desde ahí es difícil distinguir a Roberto de su personaje, como lo llama él. Este arlequín, que nació de la compra de un sombrero de picos en una casa de cotillón y que cuidadosamente fue tomando detalles de sugerencias de su entorno más próximo, rápidamente se fue transformando en un ícono del movimiento de la diversidad sexual, no solo en Montevideo sino también en el exterior. Recién veíamos que cuando llega a Buenos Aires están todos esperándolo ansiosos. Este personaje, que viste de colores llamativos, se maquilla la cara, entrega caramelos a los niños, hace macacadas -como él dice-, posa para fotos, abre las marchas cada setiembre con una gran bandera del arcoíris. Para Roberto, representar a los que no se animan tiene un gran valor; él dice que es una cuestión de humanidad. Hace visible a esos que aún la sociedad no permite que sean vistos como son.

Roberto tiene 68 años y es un claro ejemplo de quien ha vivido un cambio de época en el reconocimiento de los derechos de las personas LGBTIQ. Del ayer, extraña esa cercanía que existía entre las personas LGBT; ese grupo de veinte o treinta personas que compartían asados en la playa, escondidos en algún balneario de Canelones; los encuentros en las casas de unos y otros; esa comunidad que los protegía de ese exterior hostil. Del hoy, Roberto admira a las nuevas generaciones: más libres, más bravas, más potentes, empoderadas con el protagonismo que les toca asumir en estos días de conquistas, pero también de mucha lucha.

Roberto cree que nunca sufrió discriminación siendo Roberto o siendo arlequín y está convencido de que el respeto es fundamental en esta historia. Sin embargo, en una charla de poco más de una hora que mantuvimos el otro día, Roberto me contó que en días de dictadura amanecía bastante seguido en alguna dependencia policial. Dice que lo llevaban por la forma como se vestía y que más de una vez recibió insultos que él prefería no contestar. En otra ocasión, ya en democracia, una expareja suya fue despedida de su trabajo por aparecer en una foto que fue portada de un diario acompañándolo. Roberto sí ha sufrido discriminación, pero también ha sabido combatirla con alegría, buen humor, energía, fuerza y mucho entusiasmo. Esa misma alegría contagia a quienes se le acercan y a quienes lo acompañan hoy aquí, en este acto de reconocimiento, que lo llena de orgullo a él, a su hermana Elizabeth y seguramente a su madre, que, como él dice, a pesar de haber partido ya, siempre lo acompaña.

Para finalizar me gustaría dedicarle a Roberto algunas palabras que tomé prestadas de Eduardo Galeano y que creo que calzan muy bien en esta ocasión.

Armados con la bandera del arcoíris, símbolo de la diversidad humana, ellas y ellos están volteando una de las más siniestras herencias del pasado. Los muros de la intolerancia empiezan a caer. Esta afirmación de dignidad, que nos dignifica a todos, nace del coraje de ser diferentes y del orgullo de serlo.

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