Vivimos el mundo actual donde las grandes empresas transnacionales tienen un gran poder, participan en el 75% del comercio internacional y lideran el proceso productivo de cadenas de valor entre distintos países. Por ello, el 60% del comercio exterior son de rubros considerados insumos. Las más importantes de estas empresas tienen su sede en los EEUU. Vivimos una etapa del capitalismo donde lo financiero predomina sobre lo productivo y lo social. Los grandes bancos, especialmente los de EEUU, tienen gran influencia sobre las orientaciones de la política económica. Organismos internacionales como el FMI priorizan los objetivos financieros en sus recetas, como hemos constatado en los últimos años en la Unión Europea y especialmente en las exigencia a los gobiernos de Grecia, con los conocidos resultados. La potencia de lo financiero y el mantenimiento del dólar como moneda de reserva le otorgan fuerza a los EEUU.
Vivimos un mundo donde EEUU tiene hegemonía militar y un fuerte poder comunicacional lo que le otorga poder político. En lo económico, además de su fuerza financiera los EEUU lideran los procesos de cambios tecnológicos, de innovaciones y por lo tanto, de incorporación de nuevos conocimientos.
En el plano comercial ya no lideran los EEUU, sino que el principal exportador de bienes y de productos manufactureros corresponde a China. Los EEUU durante el gobierno de Obama intentó diversos acuerdos comerciales para enfrentar el predominio de China y para otorgarle ventajas a sus grandes empresas transnacionales. La presidencia de Trump ha generado cambios profundos en esta materia, retirándose del acuerdo Transpacífico y de las negociaciones con la Unión Europea. Por otro lado, con la proclama de EEUU primero, y la imposición de nuevos aranceles para proteger su producción nacional, se ha iniciado un proceso de una especie de guerra comercial que es muy difícil prever sus resultados y consecuencias, tanto para el mundo desarrollado como para los países de la periferia. En esencia estamos viviendo una fuerte competencia entre los EEUU y China.
En el plano político se observa un gran descontento social fruto del pronunciado incremento de las desigualdades de ingresos en las últimas décadas en el mundo desarrollado, lo que genera una gran desconfianza de la política y hacia los políticos. Esto ha dado lugar a avances muy significativos de la derecha política que se expresan en el propio triunfo de Trump, en el Brexit y en avances relevantes de la derecha en Polonia, Hungría, Austria, Holanda, Italia y Francia.
Estos cambios políticos se expresan también en la América Latina, donde la presencia de la derecha en Brasil constituye el cambio más significativo por su influencia sobre la región. Ha ganado la derecha en Argentina, Chile, Colombia, Perú y se ha corrido a la derecha el actual gobierno de Ecuador. Esto significa cambios económicos trascendentes en perjuicio de las grandes mayorías sociales, con importantes aumentos de la pobreza y el desempleo como está ocurriendo especialmente en Brasil y Argentina. Estos gobiernos de derecha generan cambios en la política internacional con mayores acercamientos hacia EEUU, pese a las definiciones y sobretodo declaraciones del presidente Trump. Vivimos una etapa de avances importantes de la derecha internacional y regional con repercusiones en los gobiernos de izquierda.
Con estos avances de la derecha se mantienen con gobiernos de izquierda democrática Uruguay y Bolivia. Nicaragua no puede considerarse un gobierno de izquierda, a la luz de la represión violenta con más de 200 muertos, especialmente de jóvenes estudiantes. La caída de la calidad de la democracia en Venezuela y la forma de encarar la profundidad de su crisis económica, social y política, nos limita para su consideración como gobierno de izquierda. En el caso de México, López Obrador al ganar la elección declaró la prioridad a los pobres y los olvidados, pero considero muy difícil atenderlos con sus propuestas de autonomía del Banco Central que se preocupa exclusivamente de la estabilidad económica y bajando el gasto público y sin aumentar impuestos, en un país donde la presión tributaria es de las más bajas de la región.
En Uruguay el gobierno del Frente Amplio es de izquierda y es democrático. Pese a un fuerte descontento de la sociedad se mantiene primero en las encuestas, pensando en las elecciones del 2019. Surgen una serie de interrogantes para el futuro, especialmente en la temática económica. Los objetivos de la política económica ¿deben priorizar la atención de los problemas del empleo o atender las exigencias de los organismos financieros internacionales y las calificadoras de riesgo, para quienes lo prioritario es garantizar el pago de los servicios de la deuda, el mantenimiento del grado inversor y por lo tanto, el déficit fiscal y luego atender la inflación? Para esta segunda opción la buena imagen internacional y exoneraciones fiscales atraerían la inversión suficiente para el crecimiento y el empleo. Pero como analizamos en la nota de la semana pasada, el crecimiento no es condición suficiente para la atención de los problemas del empleo. Su contenido y la acción del estado son vitales para su resolución. Priorizar la atención del empleo no significa descuidar equilibrios financieros importantes. Otra interrogante es si el país debe exportar solamente productos primarios, con bajo valor agregado o si tiene que intentar avanzar, incluidos con acuerdos comerciales, con exportaciones de mayor valor agregado y participar en cadenas de valor regionales donde se exporten bienes y servicios de alta y media tecnología. ¿Se considera necesario la implementación de una estrategia de desarrollo o solamente es necesario atender los objetivos específicos de la macroeconomía de corto plazo?. La evolución económica del 2018 y 2019 serán muy relevantes para las definiciones de las próximas elecciones. Pese al proceso de derechización regional, vale la pena preguntarse la relevancia de la integración económica regional versus acuerdos comerciales con el mundo desarrollado, que profundizan las relaciones centro-periferia porque solo nos permiten exportar productos primarios. En la actualidad a la región le vendemos productos manufactureros y al mundo productos primarios.
Para cerrar esta nota ¿debe primar la política sobre la economía o debe primar la economía, o sea la libertad de mercados junto a la iniciativa privada?