Acuerdos comerciales y modelos de desarrollo



Cuando los EE UU no pudieron lograr sus objetivos en los acuerdos comerciales  multilaterales, en la Organización  Mundial de Comercio (OMC), por diferencias especialmente con India y China, comenzaron una nueva etapa de acuerdos plurilaterales. Entre ellos destacan el Transpacífico con países de Asia, especialmente  Japón pero sin India ni China, que incluyó países de la Alianza del Pacífico como Chile, Perú y México. Inició también un acuerdo con la  Unión Europea, pero con la llegada de  Trump a la presidencia, EE UU se retiró de los mismos. Se negocia el TISA con el objetivo de liberalización de los servicios.

La  elaboración de estos acuerdos se realizaba en forma secreta, pero según Stiglitz, premio Nobel de Economía, las empresas transnacionales tenían acceso directo e influían de acuerdo a sus específicos intereses. Para estas grandes empresas, el libre juego del mercado y las actividades de las empresas privadas son las que van a resolver el conjunto de problemas económicos y sociales de los distintos países. Por  lo  tanto, la intervención del Estado debe ser mínima. Si el estado protege debe concretarse la liberalización, bajando aranceles y eliminando toda forma de protección para arancelaria. Si el Estado produce bienes y servicios a través de empresas públicas, deberían privatizarse. Para esta concepción toda acción del estado es viciosa. En cambio las acciones del sector privado son virtuosas. Si el estado toma medidas de regulaciones y controles, por ejemplo en el sector financiero, deberían desregularse porque el libre juego del mercado es el que permite la mejor asignación de recursos. Se plantea que las empresas extranjeras tengan Trato Nacional, con lo  que tienen condiciones de  igualdad  y las mismas posibilidades que las empresas nacionales, públicas y privadas, grandes o pequeñas. Si el Estado intenta promover pymes   o empresas públicas, las empresas extranjeras pueden presentar sus controversias con el estado, en tribunales internacionales como el CIADI que  siempre beneficia a los inversores extranjeros, salvo excepciones como en el tema  del tabaco. En algunos tratados hay clausulas trinquetes por las que se puede avanzar en liberalización, privatización y desregulación pero no se puede retroceder.

Cuando las grandes empresas transnacionales obtienen las rebajas arancelarias y la eliminación de las paraarancelarias, se plantean en los acuerdos comerciales los nuevos temas. Estos son la propiedad  intelectual, para extender plazos de patentes, que por ejemplo, limita la  producción interna de medicamentos genéricos; las normas de competencia que pueden afectar los monopolios de las empresas públicas; las compras gubernamentales que limitarían la acción del Estado para promover innovaciones y empleos productivos y dignos; inversiones para asegurar que las controversias inversor-Estado vayan a los tribunales internacionales; liberalización de los servicios exigiendo listas negativas. Esto significa que lo países explicitan los rubros de  servicios que buscan proteger y el resto quedan abiertos y liberalizados, sobre todo los nuevos servicios que se sigan incorporando con los avances tecnológicos.

En la realidad no hay libertad de comercio, porque el mundo desarrollado mantiene apoyos financieros a los productores agrícolas, porque exige cuotas y contingentamientos, porque mantiene rubros sensibles para liberalizar a mayores plazos, porque fija  picos arancelarios a rubros intensivos en empleo y mantienen formas de protección por controles sanitarios o medidas antidumping. Los países de la periferia se liberalizan. Los países desarrollados mantienen formas de protección. En el reciente acuerdo de la Unión Europea con Canadá, en lugar de tribunales internacionales para  resolver controversias entre el inversor y el estado, se nombra un tribunal ad hoc con integrantes de las partes correspondientes. La crisis financiera del 2007, que se inició en los EE UU, es una buena demostración que el modelo tampoco funciona para el mundo desarrollado. La desregulación financiera fue una de las principales causas de dicha crisis y no fue adecuada para la  estabilidad financiera. El libre juego de los mercados no asignaron adecuadamente los recursos. La participación del Estado fue vital para la salida de la misma. También se demuestra que no siempre el sector privado es virtuoso como ocurrió con las grandes empresas  financieras privadas. En esencia, el Estado debió intervenir  para resolver los problemas económicos  y financieros que afectaban a los  países desarrollados.

Estos acuerdos comerciales pueden permitir mayores exportaciones de recursos naturales con muy bajo valor agregado y sin virtudes de contenidos tecnológicos. Pero el mundo desarrollado vende rubros de  alta y media tecnología, incluido China, porque vivimos en el mundo del conocimiento y de las innovaciones. Y los  países de la  Periferia deben incorporarse al mismo. Deben vender recursos  naturales con más valor agregado y más contenido tecnológico. Y sobre todo, deben incorporarse a cadenas de valor, regionales e internacionales en etapas de mayor contenido tecnológico. Si seguimos exportando exclusivamente recursos naturales, como  en la actualidad, no vamos a poder resolver los grandes problemas económicos  y sociales como el empleo productivo y la atención a la educación, salud y seguridad  social. Pero la incorporación a una nueva inserción económica internacional requiere de un Estado fuerte y calificado, que realice una estrategia de desarrollo que atienda esta nueva inserción y el empleo digno, que promueva la investigación científica y tecnológica y la capacidad de innovaciones, que atienda la salud y educación. Hay una diferencia sustantiva en los modelos de desarrollo. El de las transnacionales no me resuelve el empleo, los problemas sociales ni las grandes desigualdades.

El ejemplo de Chile con 25 acuerdos  comerciales no es un buen ejemplo. Sigue exportando cobre y sus derivados en un 75% de sus exportaciones  totales y solamente coloca en el exterior el 6%  en rubros de alta y media tecnología. Tampoco es positivo el acuerdo Uruguay-México aunque se logre superávit comercial, porque el 75% de las exportaciones de  Uruguay son rubros primarios basados en procesados de Pepsi y lácteos. Mientras que el 85% de las importaciones provenientes de México son de bienes de alta y media tecnología, como automóviles, celulares, televisores y productos electrónicos. Con estos acuerdos comerciales no se resuelve el tema del  empleo ni se puede avanzar hacia la igualdad, objetivo central de un gobierno de izquierda.     Los acuerdos comerciales liderados por las empresas transnacionales solo me  permiten seguir exportando bienes basados en recursos naturales con muy bajo valor agregado. Para alcanzar el desarrollo es fundamental un nuevo modelo, con una nueva inserción internacional, donde la integración económica y productiva es vital, pese a que hoy existen enormes dificultades en el proceso de integración. El país sin acuerdos comerciales significativos obtuvo más de 140 mercados externos. Se requiere un Estado capacitado para conducir, promover, regular y controlar el proceso económico para alcanzar los objetivos deseados. Hay que realizar acuerdos internacionales pero que atiendan los intereses nacionales y una nueva inserción económica. Las diferencias entre los dos modelos son relevantes.

Estas son mis ideas, que un desequilibrado periodista de Búsqueda las calificó como de un marmota y dinosaurio.

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