Las cosas como son



Sobre la propuesta de que Uruguay sea Estado Asociado de la Alianza del Pacífico.

Hace poco más de un año la cancillería uruguaya anunció de forma sorpresiva una propuesta para modificar la norma que le daba a Uruguay autonomía del Mercosur (flexibilidad, le llaman los partidarios acérrimos del libre mercado)[1]. La intención política detrás de ese anuncio, suponía a grandes rasgos, desmarcarse del bloque regional para negociar tratados de libre comercio (TLCs) de forma unilateral con otros países, cortarse solo. Felizmente esa propuesta no prosperó.

Está en nuestra génesis. Desde el comienzo de los gobiernos frenteamplistas en 2005, hemos debatido todo tipo de propuestas. Las que prosperaron: los tratados de inversiones, en particular, el que ratificamos con Estados Unidos (EUA) y las consecuencias negativas que trajo y que ahora estamos pagando, literalmente[2]. Las que no prosperaron: el TLC con EUA, participar en las negociaciones del Acuerdo sobre Comercio de Servicios (TISA). Y las que estamos discutiendo: el Tratado de Propiedad Intelectual, el Protocolo de Madrid, y el TLC con Chile. Si, es cierto, a nosotros también nos cuesta pensar un desarrollo por fuera de los intereses que imponen las empresas multinacionales. Pero cada vez que les dijimos que no, el país ganó en soberanía, créanme[3]. Ergo, otro desarrollo es posible.

Ahora el tren del libre comercio vuelve a estar en la agenda del Poder Ejecutivo. Primero, con el anuncio de la suscripción de un TLC con Chile y posteriormente la negociaciones comerciales con China. Días atrás, el anuncio sorpresivo del Canciller Nin Novoa de que Uruguay se convierta en un Estado asociado de la Alianza del Pacífico (AP), replantea el debate sobre qué tipo de inserción internacional quiere la izquierda para Uruguay. Estamos ante un escenario internacional adverso, es cuestión de mirar para al norte global. La región latinoamericana se dirime entre la resistencia popular y el embate político de la nueva derecha revanchista y su objetivo de restaurar viejas recetas y viejos ingredientes (privatizaciones, restricciones, desregulación, liberalización, derechos de propiedad). El liberalismo y la derecha, en todas sus expresiones y fáciles combinaciones. Acá tienen, esa ecuación demente, como siempre.

Años atrás ya podíamos anticipar está decisión. Una decisión política, por cierto. Y tal característica- la política- supone asumir ciertas ideas. Ideas de cómo vemos el mundo y qué queremos de él. Y cuando digo qué queremos, me refiero a cómo queremos estar en él. No es mi intención generar un juego de palabras.  Simplemente quiero dar a entender que si somos los estatistas integracionistas del Atlántico que ideologizan la política de inserción internacional (como si eso fuese el mayor de los males), los partidarios de una baja intervención estatal y militantes ferviente de libre mercado también ideologizan su política. La política es ideología, en el Atlántico y en el Pacífico. Eso está claro.

Recorrí el documento denominado “Bases programáticas del Tercer Gobierno Nacional del Frente Amplio 2014-2020”[4]. Es una hoja de ruta que tiene como objetivo principal orientar a los tomadores de decisiones que forman parte del gobierno. Nos dice hacia dónde queremos ir y cómo hacerlo. Nadie supone que allí está la verdad absoluta, sobre todo cuando referimos a la cambiante coyuntura internacional. Allí están expuestas las principales orientaciones sobre el tipo de inserción internacional que queremos y cuando hablamos de esto, no es nada más ni nada menos que referir al modelo de desarrollo que pretendemos alcanzar como país. Lo distintivo de este documento, es lo qué hay detrás de él. Largas discusiones políticas y meses de trabajo de miles de militantes de izquierda, de las bases, sectores y de toda la orgánica que constituye el Frente Amplio. Eso siempre nos diferenció de la derecha, por suerte. En el capítulo sobre “Uruguay en la región y el mundo” figura qué inserción internacional en el mundo queremos: será impulsada desde la plataforma del Mercosur. Por ello se fomentará una agenda externa común del bloque, consolidando y fortaleciendo las instituciones regionales”. Asimismo se reconoce “el espacio comercial de la Alianza del Pacífico, al que Uruguay pertenece como miembro observador. La pertenencia plena a este mecanismo solo será posible en la medida que no confronte con nuestros objetivos de integración y negociación en el MERCOSUR”. Las veces que sea necesario volveremos a marcar está frase del programa. Punto por punto, coma por coma.

En 2011, la creación de la AP, conformada por Chile, Colombia, México y Perú, de carácter liberal, librecambista y alineado con los intereses de la hegemonía comercial de Estados Unidos, tenía como objetivo profundizar un esquema de integración neoliberal que, al mismo tiempo, marcaba un contrapunto con los proyectos posliberales que “despertaron” en el siglo XXI. A mi entender  y de tanto otros[5], esa etapa va desde el rechazo al Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA) en 2005, hasta la conformación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos (CELAC) en 2011. El abecé de la AP aparece descrito en su acuerdo marco de conformación[6], donde se define a sí misma como defensora del libre comercio y exige este tipo de esquema comercial a los Estados miembros y a los asociados. La figura de “Estado Asociado” es nueva en la AP. En la reunión de cancilleres del pasado junio, los Estado Parte de este bloque presentaron una estrategia política ante el vacío integracionista que se produjo por el hundimiento del Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP). Eso se los hizo Estados Unidos, su principal socio comercial y “amigo”. La región del Pacífico deberá resolver ese vínculo con el hegemón. Nosotros no.  Bastante tenemos.

Está claro. El canciller de Chile Heraldo Muñoz expresó que la figura de Estado Asociado permitirá a países extra bloque negociar acuerdos comerciales en tiempos relativamente breves[7]. Mientras queremos ser Estado Asociado de este bloque, el Parlamento uruguayo discute fast track si ratificar o no el Tratado de Libre Comercio con Chile. Preocupante la falta de información, de evaluación de impacto y de costos que implica suscribir estos acuerdos.

En suma, los anuncios sorpresivos de los últimos tiempos, la actitud zigzagueante de la Cancillería uruguaya y la tentativa del libre comercio no hacen más que erosionar las instituciones regionales del Mercosur. Hay mucha información producida en estos últimos años sobre la convergencia y complementariedad de los distintos bloques regionales que conforman la integración latinoamericana. El programa del Frente Amplio establece orientaciones sobre la política de inserción internacional de Uruguay, marca un rumbo. Es un ejercicio sano y justo consultarlo, hoy más que nunca.

 

Damián Rodriguez

[1] http://columnistas.montevideo.com.uy/uc_302014_1.html
[2] https://www.redes.org.uy/category/publicaciones/
[3] https://www.redes.org.uy/2017/04/18/el-tisa-y-las-empresas-del-estado-las-lecciones-de-la-salida-del-uruguay-para-otros-paises-del-sur/

[4] https://frenteamplio.uy/index.php/nuestra-voz/programa-de-gobierno-2015-2019
[5] http://www.eldiplo.org/notas-web/la-ofensiva-del-pacifico/
[6] https://alianzapacifico.net/?wpdmdl=4464
[7]http://www.informador.com.mx/internacional/2017/724162/6/alianza-del-pacifico-crea-categoria-de-estado-asociado.htm

 

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