La semana pasada visitó nuestro país Jorge Cardona Llorens, integrante del Comité de los Derechos del Niño de Naciones Unidas y manifestó su preocupación por la situación de la infancia en Uruguay, ya que desde el año 2014 se mantiene un nivel de pobreza infantil en torno al 18%. En declaraciones a “De diez a doce”, de Radio Uruguay, Cardona señaló: “Hay muchas instituciones que hacen cosas, pero que no están coordinadas”. Y remató su denuncia con una frase contundente: “En Uruguay la pobreza tiene cara de niño”.
Ante estas declaraciones VOCES consultó a Margarita Percovich para saber su opinión al respecto:
Algunas precisiones sobre el texto enviado que encierra estereotipos que se repiten una y otra vez tanto por la mayoría del sistema político como por los medios de comunicación.
La “pobreza infantil” NO EXISTE. Los niños y las niñas nacen de la relación sexual de un hombre y una mujer, por lo tanto el que es pobre es su entorno familiar. Dada la característica cultural masculina, mayoritaria por supuesto Hoenir, de no hacerse cargo de las consecuencias de traer un ser humano al mundo, las madres quedan a cargo de esos niños/as, seguramente sin las posibilidades de solventar su crianza de forma integral en relación a los derechos que deberían ser respetados. Tengamos en cuenta la cantidad de padres que, no solo no colaboran con la manutención de sus hijos sino los que ni siquiera los visitan en caso de separación.
Por lo tanto, cuando se piensa por dónde debe “cortarse” la reproducción de la pobreza, no es sobre la población infantil que hay que planificar sino en las mujeres, especialmente en las adolescentes y en las menos educadas que repiten muchas veces los embarazos debido a la búsqueda de un proveedor para los hijos que ya tiene.
Esto significa planificar la prevención, evitar el abandono de la educación, el cambio de atención en el sistema de salud que, aunque se supone que debe anticiparse, muchas veces “espera” que lleguen a los consultorios los hechos consumados.
Debemos decir de todas maneras que se ha avanzado mucho. Los datos de la disminución de los embarazos en los quintiles de menores ingresos y en las edades adolescentes, han disminuido notoriamente desde la recuperación democrática con el encare de distintas estrategias desarrolladas tanto por el sistema educativo como por el sistema sanitario. Hoy el mayor actor en la batalla para evitar el embarazo adolescente, es el MSP que, con una mujer en la sub-secretaría, encara con firmeza la definición de estrategias que aborden la complejidad de esa etapa etaria, donde se viven carencia de todo tipo, especialmente las afectivas y en la que se sufren violencias sexuales varias en la vida cotidiana.
El lobby para que estas políticas se concreten y para que se aprueben cambios en los procesos judiciales y administrativos en lo relativo a la niñez y la adolescencia ha estado constituído siempre por mujeres. Si; y en su mayoría por feministas. Lamentablemente el sistema político, tan masculino, actúa y decide sin ver esta problemática, resistiéndose incluso a aprobar algunas legislaciones que lo enfrentan a sus propios estereotipos sobre las formas de ejercer la sexualidad.
Comparto del texto que se nos enviara como base de nuestra reflexión, la afirmación, tomada del propio Cardona en su visita al Uruguay, las dificultades que existen para coordinar las políticas de la niñez y la adolescencia.
Como buen Estado viejo, el país tiene muy enraizados estereotipos en relación a la niñez con una mirada profundamente tutelar, que impregna a los docentes, al INAU, a los actores de la salud, al sistema de seguridad social, a los jueces, a la policía, a la propia Constitución.
También en esto se ha ido avanzando, dotando cada vez más de importancia al Consejo Consultivo Honorario de la Niñez y Adolescencia, que es una instancia de coordinación interesante creada por el Código de la Niñez y Adolescencia, pero que depende del grado de importancia que los distintos actores políticos le dan a la jerarquía de los delegados que envían.
Hoy no hay ninguna política que pueda ser vertical de una sola institución. El esfuerzo multidisciplinario es de corta data y cuesta cambiar las rutinas, los estereotipos y las chacras.
Y el preconcepto de que se gasta más en las personas mayores que en los niños, deja de existir cuando se analizan los números ocultos de las transferencias intergeneracionales que las parejas mayores, ya asentadas económicamente o con ingresos seguros por jubilaciones o pensiones, realizan a las parejas o madres solas más jóvenes con niños/as.
La solidaridad intergeneracional en dinero constante y sonante, en préstamos, y en horas de cuidado que realizan abuelas y muchos abuelos, es un hecho que se ignora con superficialidad a los efectos de recortar los beneficios de seguridad social que el país invierte como elemento central de un desarrollo sustentable. Sería bueno que se transparentara con datos que surjan de investigaciones bien realizadas, tal como lo ha sugerido el Instituto de las Personas Mayores.
Columna publicada en VOCES
Por Margarita Percovich