Reflexiones de Gabriel Delacoste tras el VI Congreso del Frente Amplio.
Es famoso el momento en el que el Partido Laborista británico modificó sustancialmente el artículo cuarto de sus estatutos en 1995, cambiando una definición socialista por otra que consagraba valores como la tolerancia, el respeto y la oportunidad. Fue el nacimiento del Nuevo Laborismo y, más en general, un momento clave del movimiento de las socialdemocracias europeas hacia el neoliberalismo.
En Uruguay, hace décadas que las élites del Frente Amplio vienen proponiendo la «renovación» o «actualización» ideológica de la coalición, que no quiere decir otra cosa que asumir como principios ideológicos a las concesiones hechas al neoliberalismo. El gobierno, por supuesto, actúa como si esta «actualización» estuviera completa. Tabaré Vázquez propuso ya hace unos años un documento para guiar este proceso, del que luego del trabajo de una comisión surgió un largo texto, que se sometió al VI Congreso del Frente Amplio, que acaba de terminar.
De tener éxito, ese documento hubiera sido la versión frenteamplista de la reforma del artículo IV laborista. Hablaba de responsabilidad social empresarial y competitividad, citaba a Naciones Unidas como autoridad, daba a la globalización como un hecho y estaba escrito en un lenguaje tecnocrático, entre muchas otras cosas que hubieran significado una transformación fundamental de los valores del Frente Amplio. Pero las cosas no salieron de acuerdo al plan. Las bases y varios sectores del FA sonaron la alarma, se organizaron, discutieron y presentaron cientos de mociones de modificación, que trabajosamente sustituyeron al documento original, del que prácticamente no sobrevivió nada.
Vi a un Frente Amplio que, por los círculos en los que me muevo, nunca había visto. Un Frente Amplio de trabajadores, del interior, de los barrios, disconforme, crítico, discutidor y muy de izquierda. Ese Frente Amplio está vivo, y es mucho más grande y más sofisticado de lo que desde mi mundo universitario progresista hubiera pensado. Pero también está viejo y desgastado: esta fue una resistencia exitosa, pero nada más que eso. El neoliberalismo neodesarollista fue derrotado no por un pensamiento creativo y audaz, sino por cierto cuasimarxismo estatista y nacionalista que conforma la intuición de la izquierda tradicional uruguaya.
Celebro esta victoria, pero ahora que se derrotó a la renovación que no queremos, deberíamos empezar a pensar que renovación si queremos: como incorporar al pensamiento y la práctica feminista, ecologista, a nuevos pensamientos anticapitalistas y las críticas a la modernidad, entre tantas otras. Pero esa ya es otra pelea, más lenta y más difícil.
Por ahora, solo estoy feliz de haber formado una pequeña parte de esto, y agradecido con Casa Grande por haberme nombrado congresal. Si bien es solo un documento, y si bien es solo una pequeña traba a un movimiento hacia el neoliberalismo que gana casi siempre, también es una demostración de que la izquierda en este país está viva, si uno sabe donde buscar.
Gabriel Delacoste
Casa Grande