Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer se conmemoró en Uruguay de manera singular. Los tradicionales actos, manifestaciones y eventos de celebración fueron resignificados por gigantescas marchas que se realizaron en diversos puntos del país, clamando por equidad y respeto a los diversos derechos de las mujeres: vida sin violencia, equidad en los salarios, respeto por los derechos sexuales y reproductivos, compartir con los hombres las tareas de cuidado, acabar con el patriarcado.
Cabe destacar la marcha que se desarrolló en Montevideo de la cual, afortunadamente, pudimos ser observadores participantes. Miles de personas (200 o 300 mil según la fuente) ocuparon la Av. 18 de Julio desfilando cuadras y cuadras desde la Plaza del Entrevero a la explanada de la Universidad, cantando, bailando, tocando tambores, portando letreros y pancartas en los cuales se planteaban las diversas demandas en un ambiente combativo, respetuoso y alegre. Un río de mujeres y hombres de las edades más diversas y provenientes de grupos y sectores muy variados de la sociedad (organizaciones feministas, de mujeres, barriales, sindicales ,cooperativas) marcharon juntos en pro de la equidad entre hombres y mujeres y del respeto de los derechos de estas últimas .
La marcha constituye un fenómeno inédito en muchos sentidos, no solo por su increíble magnitud sino por la enorme diversidad de sus participantes y la fuerte y significativa presencia de jóvenes, habitualmente ausentes en este tipo de manifestaciones, quienes imprimieron creativamente nuevas formas de expresarse y transmitir los mensajes. Inédita ha sido la modalidad de convocatoria que emergió de múltiples y diversas fuentes permitiendo que personas y organizaciones muy diversas se sintieran llamadas a participar. Inédito, aunque ya no tanto, fue el uso de las redes para hacer el llamado a participar cuyos resultados están a la vista.
También es singular la constatación de la ausencia total de todos los partidos políticos en la convocatoria de la marcha, en su participación en ella y la casi inexistente respuesta a la misma.
Sin embargo, lo más novedoso de todo a nuestro juicio es la constatación que la violación de los derechos de las mujeres – hasta ahora problema de las mujeres- resuenen en la población de manera masiva y muy sentida provocando indignación, preocupación, movilización y reclamos a las autoridades.
Más allá del asombro y la emoción por este despliegue de expresión ciudadana, es preciso entender cabalmente su significado y sus posibles efectos en el futuro. Lo primero a señalar es que esta marcha se produce en un contexto internacional muy activo que llama a un paro de las mujeres el 8 de Marzo y que es acatado por 50 países dentro de los cuales se encuentra Uruguay. El otro hecho a destacar es el incremento del femicidio en nuestro país, especialmente en los últimos meses, dejando en descubierto la enorme vulnerabilidad de las mujeres y las insuficientes respuestas para darles la protección necesaria.
Esta extraordinaria marcha no nace por generación espontánea. Es fruto de las acumulaciones generadas por las organizaciones feministas y de mujeres, por las organizaciones sociales y sindicales y por los partidos políticos. Las organizaciones feministas y de mujeres vienen realizando, desde hace larga data, una tarea sistemática de visibilización, concientización, denuncia y propuestas para modificar la situación de inequidad y discriminación de las mujeres en los distintos planos de la vida social y política. Las organizaciones sindicales han incorporando cláusulas de género en los convenios colectivos que han permitido avances de gran importancia en el ámbito del trabajo y de la seguridad social. Los gobiernos del Frente Amplio cumplieron también un papel en este proceso de acumulación de fuerzas en pro de la igualdad y los derechos de las mujeres. La aprobación de la ley de derechos sexuales y reproductivos, la aprobación de la ley de matrimonio igualitario, la creación del Sistema Nacional de Cuidados son algunos ejemplos de la incorporación por los gobiernos del FA de demandas por equidad de género de la sociedad civil.
A pesar de la ausencia de los partidos políticos, la marcha debe ser entendida como una manifestación política de la sociedad civil. Una manifestación política distinta, autónoma, masiva, plural que se produce con características semejantes simultáneamente en diversos puntos del país buscando modificar un problema concreto: la inequidad y la violencia de género. Es probable que además de las demandas explícitas se expresaran distintos tipos de reclamos y descontentos entre los que cabe suponer la presencia de los desencantados con la política y sus protagonistas: los partidos políticos en general y el gobierno.
Es muy relevante políticamente captar el significado de esta marcha y ser capaces de canalizar correctamente las demandas que en ella se levantaron. Hubo una demanda al sistema político en su conjunto, pero, sin lugar a dudas, el principal interlocutor es el gobierno y el FA.
Sería muy importante que todo el sistema político respondiera a las demandas levantadas en la marcha por la complejidad de los problemas y la necesidad de acciones conjuntas de las diversas fuerzas políticas para su solución.
Sin embargo, en el espectro político actual el único partido que ha levantado las banderas de la equidad en sus diversas dimensiones (económica, étnica, territorial, de género, generacional) como parte de su compromiso y quehacer político es el FA y tiene que responder, en aras a la coherencia, a esta demanda.
Esta marcha señala que los problemas de inequidad de género no pueden ser postergados ni soslayados por el sistema político y que deben ser asumidos con convicción y recursos para su solución.
Las propuestas y demandas en pro de la equidad de género y la no violencia no pueden quedar aisladas en el plano social. Es indispensable que se integren de manera más contundente a la agenda política, a los objetivos programáticos de los partidos. La democracia se fortalece con partidos políticos fuertes que tengan la capacidad de representación de los derechos de ciudadanos y ciudadanas.
El FA debe encontrar con rapidez los caminos más adecuados para lograr el acercamiento a las organizaciones feministas, a las organizaciones de mujeres y sociales incrementando su capacidad de escucha y propuesta para efectivamente ser la fuerza política que las represente. El FA debe generar y ampliar los caminos que permitan a los actores de la marcha participar directa y activamente para efectivizar sus reclamos.
Un gran acontecimiento como esta marcha, debiera desafiar al FA y encontrar nuevas rutas de acercamiento, relacionamiento y representación de estas organizaciones sociales. Un movimiento político como Casagrande, liderado por la senadora Constanza Moreira, cuyas definiciones fundacionales son claramente feministas, tiene las posibilidades de desempeñar un papel muy significativo en esta tarea tanto dentro como fuera del FA de manera de avanzar hacia la tan reclamada equidad económica, social y de género. Para ello requerirá de las decisiones y apoyo de toda la fuerza política.
Alberto Couriel y Clara Fassler